Valor compartido: Una oportunidad para un país más competitivo y próspero

La competitividad país ha dejado de ser una política de estado hace al menos una década en el Perú. Estuvo permanentemente postergada debido a la continua crisis política de los últimos años y ahora se le ha sumado la crisis sanitaria y económica por la pandemia. Justamente, la Covid-19 nos ha demostrado que la competitividad no es un tema solo de economistas o políticos, sino que debe importarles a todos los ciudadanos, ya que se trata de la capacidad del país para promover el crecimiento económico y de prestar servicios básicos como salud y educación. Es decir que, a mayor competitividad, mayor bienestar y prosperidad.

En efecto, el Perú ha venido reduciendo su nivel de competitividad de forma sostenida. En el último reporte de competitividad del World Economic Forum (WEF) del año 2019, el Perú aparece en el lugar 65 de un total de 141 países, cayendo dos puestos respecto al reporte del 2018 y cinco puestos respecto al año 2017. Para tener una referencia más cercana, en el último reporte, nuestros socios de la Alianza del Pacifico aparecen ubicados en los lugares 33 (Chile), 48 (México) y 57 (Colombia), todos en mejores posiciones que el Perú. Y precisamente en la actual coyuntura, después de año y medio de pandemia, es donde más hemos sentido la falta de competitividad de nuestro país, con un sistema de salud que colapsó y falló estrepitosamente en entregar de forma masiva la atención básica requerida en estas circunstancias, por ejemplo, oxigeno medicinal y camas UCI.

Esta capacidad de entregar servicios y bienes elementales, sobre todo en un estado de emergencia tiene que ver con la competitividad. El Consejo Privado de Competitividad (Perú Compite) señaló hace algunos meses que nuestro país se encontraba muy rezagado en indicadores básicos del sistema de salud si, nuevamente, nos comparamos con nuestros socios de la Alianza del Pacifico. Por ejemplo, en cantidad de médicos por cada 10 mil habitantes, el Perú tiene 13.6 profesionales, mientras que Chile tiene 25.9, México 23.8 y Colombia 21.8, es decir, casi nos duplican. La cosa se complica si comparamos la cantidad de camas UCI por cada 100 mil habitantes, el Perú cuenta con 0.3 camas, Colombia 10.5, Chile 6.4 y México 3.3, vale decir que tienen entre 10 a 35 veces más camas UCI que nuestro país.

Ahora, la competitividad de un país involucra tanto al sector público como al sector privado, ya que, si bien existen pilares que usualmente son tarea del estado -como la macroeconomía y la institucionalidad- hay otras que también involucran a las empresas y academia, como las habilidades del capital humano y la capacidad para innovar. Y es el sector privado quien debe liderar esta agenda de competitividad, y plantearla como política pública, en articulación con el estado, de forma que se eviten los posibles cambios de timón de un gobierno a otro.

La creación de valor compartido es a una empresa, lo que la competitividad es a un país. El valor compartido, concepto presentado hace diez años por los profesores de la Harvard Business School, Michael Porter y Mark Kramer, genera un circulo virtuoso, donde se crea valor de negocio para la empresa y simultáneamente un impacto positivo social, al resolver un desafío de la sociedad donde opera, generando un poderoso incentivo para innovar y escalar el alcance del impacto social. Según Porter y Kramer, los gobiernos y las ONGs no tienen los recursos y capacidades suficientes para resolver los grandes desafíos sociales, ambientales y de desarrollo económico de la sociedad. Y si bien, la filantropía y la responsabilidad social corporativa siguen creciendo, son insuficientes y la legitimidad de las empresas está en entredicho. Solo el sector privado puede crear un impacto social sostenible, resolviendo grandes desafíos sociales, en el marco de un modelo de negocio rentable. El capitalismo tiene recursos que sobrepasan largamente a otras fuentes de innovación social, por ejemplo, el gasto de las ONGs y organizaciones sin fines de lucro en los Estados Unidos es de 1.2 trillones de dólares, mientras que el gobierno gasta 3.1 trillones de dólares y los ingresos que generan las corporaciones privadas esta estimado en 23.1 trillones de dólares.

La creación de valor compartido es una oportunidad de acercar a los grandes grupos empresariales y empresas de todo tamaño con las comunidades donde operan, y con la sociedad en general, especialmente en tiempos donde la desconfianza campea. Como sabemos, esta desconfianza se da a distintos niveles; sin embargo, la gran empresa, precisamente quienes tienen mayor capacidad de resolver los grandes desafíos sociales, es la que está bajo el mayor escrutinio de la ciudadanía. Las empresas deben definir bien su propósito, de forma audaz y ambiciosa, y abrazarlo, de forma de ser creíble y conseguir una real conexión con sus grupos de interés y la sociedad. Definir sus estrategias y objetivos para resolver alguno de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), o sumarse a la carrera por la carbono neutralidad d el Acuerdo de Paris, como plantea Larry Fink, CEO de BlackRock, el fondo de inversiones más grande del mundo.

Toda crisis es una oportunidad, y el sector privado puede liderar una transformación en el Perú que mejore nuestra competitividad país y lleve más desarrollo y prosperidad a todos los ciudadanos, sobre todo a los más excluidos. Comencemos ahora.

Extraída de: https://bit.ly/39YvhxC

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Lima - Pe
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